martes, 26 de octubre de 2010

LA PERLA


Después de unas breves vacaciones, con un merecido, ansiado y reciente baño de mar en la piel, me dispongo a comentarles que en un atardecer, sentada en la orilla de la playa observando la inmensidad del mar, mi pensamiento se sumergió dentro de él y allí me perdí. No hay mayor felicidad que dejar libre nuestra mente y que ésta se vaya, cual caballo galopante donde quiera, sin que nosotros nos opongamos porque tras ese galopar, muchas veces termina aquietándose en paraísos perdidos. Sentada en esa orilla marina, con todo lo que necesitaba a mí alrededor, fui sin ir, al fondo del mar.

Eran muchas las piedras que había por ese maravilloso fondo marino. Algunas eran orgánicas y es de una de ellas, la perla, de la que hoy les hablaré.

La perla pertenece a un grupo denominado “piedras orgánicas” y esto es porque su formación se debe a fósiles de plantas o animales. Su composición química es el nácar que a su vez contiene carbonato cálcico, agua y materia orgánica.

Tiene una dureza de 3.5 a 4 en la escala de Mohs.

Sus juegos de aguas nacaradas pueden ser de color blanco, beige, verde, azul, rosado, amarillo, gris y negro.

En cuanto a su producción, Filipinas y Japón son países muy importantes, sobretodo de perlas cultivadas, por cierto de muy buena calidad. También Australia, India y China son países a resaltar en el cultivo de las perlas. La Polinesia Francesa (Tahití), es un puntal en la producción de perlas grises y negras.

Antiguamente las perlas eran solamente legítimas o naturales, pero con la creciente demanda nació el mercado de las perlas cultivadas (unas de mar y otras de río o agua dulce) que abarcan casi la totalidad de las que se venden alrededor del planeta. Las perlas naturales o bien llamadas legítimas son el resultado de un proceso de la naturaleza, sin intervención del ser humano; mientras que las cultivadas sí tienen la mediación del hombre en el principio de su formación. Mediante una minuciosa y precisa técnica, los expertos (generalmente las delicadas manos de una mujer) introducen ciertas partículas dentro del bivalvo que originan que estos moluscos (generalmente ostras) las “combatan” o traten de aislar estos objetos extraños recubriéndolos con capas de nácar.

No me gusta repetir lo que voy a contar a continuación, pero es muy común escuchar y seguramente algunos de ustedes lo habrán oído decir, que la perla es una enfermedad de las ostras. Yo no lo puedo negar porque “algo de eso hay”, pero no me gusta esta definición porque llamarle “enfermedad” a algo tan precioso, no me suena bien… Bueno, cosas mías y ustedes ya me conocen un poco.

El tiempo aproximado del cultivo de una perla es de 3 a 4 años. Menos tiempo podría ser poco ya que la cubierta de nácar sería pobre. A veces ocurre que el lugar donde se encuentra el cultivo no tiene las condiciones apropiadas ni control de la contaminación de las aguas, entonces se corre el riesgo de que un cultivo mayor al antes mencionado se pierda porque el molusco puede enfermarse (y aquí si lo enfatizo) seriamente y morir.

Los cultivos de las perlas suelen realizarse en jaulas, también llamadas celdas o cestas, las cuales hay que limpiarlas muy bien y periódicamente al menos una vez al año, aunque se recomienda cada 6 meses. La perla es sumamente delicada desde su formación y no admite agentes contaminantes, sobretodo los químicos. Es por eso y al hilo del tema, que nunca recomendaría a las chicas que tocaran las perlas con cremas, polvos, maquillajes o perfumes. Es más, imagínense lo delicada que puede ser una perla que a veces hasta el sudor la puede opacar. También es cierto que hay personas cuya piel aviva el brillo de esta delicada gema.

Distinguir una perla natural de una cultivada no es fácil pero para eso hay aparatos, a través de los cuales, se puede ver el núcleo y en el acto se reconocen.

No es fácil estimar un tiempo determinado de vida en una perla porque depende de la salud del molusco del que provenga, el cuidado en su formación y el buen trato, una vez que haya salido del agua. Con estas premisas pueden “vivir” y lo pongo entre comillas, entre 100 y 150 años. Cuando puse entre comillas “vivir”, es porque muchos expertos en esta materia así se expresan pero yo, con toda humildad diría que podrían tener “mejor apariencia”. En este tip tengo que aclarar que hay perlas que tienen cientos de años y siguen teniendo una apariencia perfecta. No es necesario explicar que una piedra de esta naturaleza tan delicada, para poder mantenerse en perfecto estado después de tanto tiempo, seguro que se debe a una naturaleza especial, junto a un cuidado único.

Aunque hay algunos que al hablar de la “tasa” de las perlas mencionan la palabra quilate, la realidad es que las perlas se tasan por gramos.

La mejor imitación de las perlas es la llamada Majórica de Manacor, en Palma de Mallorca (España). Son imitaciones tan buenas que algunas tienen garantía de por vida. También les digo que son bastante costosas y que hasta éstas, que son imitaciones de perlas como dije antes, tienen a su vez imitaciones que se venden por Majóricas cuando no lo son.

TIPS,HISTORIAS, MITOS, LEYENDAS Y CREENCIAS:

  • Hace 6.000 años las perlas ya se usaban como ornamento. Dicen que 2.500 años A.C. ya había comercio de perlas.
  • En China, a principios del siglo XVIII, se comenzó a practicar un original cultivo de perlas. Lo hacían insertando una pequeñísima figura de plomo con la forma de Buda en el interior de la concha del molusco para que el bivalvo la cubriera de nácar.
  • En la antigüedad, las perlas estaban reservadas exclusivamente como adorno para aquellos personajes muy acaudalados o que pertenecían a la nobleza.
  • Al parecer, también en la antigüedad, la perla era como una especie de garantía para que un difunto pasara “con buen pié” a la eternidad. Cleopatra pidió que el día en que muriese, llevaran su cuerpo cubierto de perlas.
  • También dicen que Nerón antes de acostarse a reposar, le indicaba a la servidumbre que esparciera sobre el lecho montones de perlas. Luego él se acostaba sobre ellas, lo que le producía extremo placer… ¡Upa, qué exquisito y morbosillo era Nerón!
  • En los países orientales, a veces usan las perlas pulverizadas para curar algunas dolencias. Dicen que el nácar es excelente para curar el acné y las manchas de la piel. Recuerdo que cuando yo era adolescente y tenía mi rostro con algunas, o mejor dicho con muchas y espantosas espinillas, una cosmetóloga le dijo a mi madre que me comprara crema de nácar…imagino que la pobre me la habrá comprado porque ya no sabía qué hacer con mi rostro enrojecido.
  • Hay una leyenda que dice que cuando el agua de la lluvia cae sobre los campos, produce trigo y que cuando sus gotas caen en el mar, se convierten en perlas.
  • Las perlas, según algunas creencias chinas, son gotas de rocío que atraviesan el agua del mar, entran en una ostra y una vez dentro de ella, absorben la luz del alba.
  • La perla, junto con la Piedra de Luna y la Alejandrita pertenecen al signo de Cáncer.
  • Nuestra gema de hoy está estrechamente relacionada con todo lo femenino y con la fecundidad.

Podría seguir hablando sobre las perlas, porque por mis manos pasaron muchas y las conozco bien, pero el espacio es limitado, así que terminaré esta entrega diciéndoles que de las pocas naturales o legítimas que he llegado a tocar eran minúsculas y “feúcas”. Pero un día, en mi antiguo lugar de trabajo, llegó una señora de la alta sociedad venezolana con una maravillosa perla rosada que le había regalado el Sha del Irán y su esposa Farah. Hay sensaciones inexplicables y esa fue una. La gema era del tamaño de un garbanzo grande, con una superficie lisa y perfecta. Tenía un “oriente” (así se le denomina al brillo de las perlas) precioso. De más está decir que la perla era legítima, una verdadera joya.

No soy muy amante de las realezas, ni las fastuosidades pero al sostener esa perla, me imaginé la escena cuando el Sha le entregó a la distinguida dama esa maravillosa gema y me pareció de cuento. Seguro que algunos de ustedes estarán de acuerdo conmigo o al menos me entenderán... Soy romántica, lo sé…

Anuchy Ulloa

jueves, 7 de octubre de 2010

EL LARIMAR

Hace algún tiempo, hice un crucero por nuestro precioso Caribe, y en una de sus paradas, el barco atracó en República Dominicana. Tengo grabado en mi mente ese amanecer. Esa visión hizo volar mi imaginación a la época de la conquista, cuando Cristóbal Colón, después de una arriesgada travesía, por primera vez pisó tierra, justamente esa, que muchos años después, también yo, estaba a punto de pisar.

De todas las paradisíacas islas que teníamos pautado visitar, había una que me llamaba especial atención por su historia y era precisamente La Española, primer nombre que se le dio a lo que hoy conocemos por República Dominicana y Haití. Me bailaban los pies de las ganas que tenía de salir del barco y visitar el casco antiguo de Santo Domingo, capital cultural de Hispanoamérica. Quería visitar un montón de lugares, entre ellos la primera Catedral construida en el nuevo mundo y donde, supuestamente, según los dominicanos, reposaron los restos de Cristóbal Colón hasta ser trasladados al Faro Colón. Aquí hago una pausa en mi relato porque no quiero herir susceptibilidades y es que digo “supuestamente” cuando me refiero a la sepultura del gran navegante, porque los españoles dicen que los restos de él se encuentran en España. Espero que algún día se pongan de acuerdo.

Después de los trámites de rigor me dispuse, cual conquistadora en mi búsqueda del tesoro, a pisar suelo dominicano y salir con el grupo a “turistear”. Ese día caminamos lo indecible, viendo sitios de mucho interés y conociendo un poco la historia y belleza de la isla que no es sino una más de las nuestras, aquí, en el nuevo continente. Por un momento sentí deseos de libertad y quise separarme del grupo, se lo participé al guía turístico y me respondió con un tono cubano-puertorriqueño, o sea, dominicano:

- A la sei en el bajco-.

El barco zarpaba en la noche pero debíamos empezar a embarcar a las seis de la tarde. Tenía tiempo de sobras para andar a mi aire y perderme (lo digo metafóricamente y también literalmente, ya que soy un poco despistada). Pasando por un comercio, siento que desde adentro un chico me dice:

- Welcome, come in please!!!.

Me hizo gracia porque estaba clara de cuál era mi apariencia y el por qué de su confusión: pelirroja, muy blanca, aunque abrasada por el sol, shorts, franelita, sandalias, cámara al hombro… conclusión: gringa. Pues no, el chico se había equivocado y se mató de risa cuando yo le contesté:

- ¿Qué tal si hablamos español?, es que me gusta más-.

Ustedes se preguntaran el por qué yo cuento todo esto. Se los cuento porque en República Dominicana yo también hice un “descubrimiento” aunque no tan importante como el de Cristóbal Colón. Ese chico me hizo conocer una piedra que yo jamás había visto y que ni siquiera sabía que existía.

- Pasa,- me dijo- no puedes irte de Dominicana sin llevarte una piedra que sólo se da aquí-.

Como ustedes podrán suponer, él, sin saberlo, había dado en el clavo…¡¡¡hablarme a mí de piedras!!! No lo pensé dos veces cuando ya me vi instalada dentro de la tienda con una preciosa piedra azul entre mis manos, fría como todas y mágica también como todas: Larimar es su nombre, precioso como ella y que bien se lo podría prestar a una mujer. Larimar suena a Caribe; no en vano es “La piedra del Caribe Mar”.

TIPS, HISTORIAS, MITOS Y LEYENDAS

Ø El Larimar es una variante de la familia de las pectolitas. Químicamente es un hidrato de silicato de calcio, sodio y magnesio. Tiene una dureza de 4.5 a 5 en la escala de Mohs.

Ø Su color es azul con distintas tonalidades que pueden ir hasta el verdoso.

Ø No hay dos piedras Larimar iguales; todas tienen algo que las distinguen unas de otras.

Ø Aunque ya en 1.916 el sacerdote Miguel Domingo Fuertes de León, para entonces párroco de la provincia de Barahona, lugar de origen de la gema, había pedido permiso, que le fue negado, para explorar y explotar una mina con rocas azules que había descubierto, no fue sino hasta el año 1.974 cuando se les da el reconocimiento a un dominicano de nombre Miguel Méndez y a un hombre del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos de nombre Norman Rillin, como los primeros en hacer público y notorio los yacimientos de esta pectolita azul, encontrada al sur-oeste de La Española. Se le conoce como Larimar porque así la “bautizó” el dominicano Méndez, combinando el nombre de su hija: Larissa, con el lugar donde ellos encontraron la piedra: el mar.

Ø Nuestra piedra de hoy, pertenece a la localidad de Bahoruco, en la provincia de Barahona (República Dominicana), único lugar en el mundo donde se encuentra esta pectolita de origen volcánico.

Ø El descubrimiento y explotación de esta piedra supuso una importante fuente de ingresos para los pobladores de la zona, que muchos de ellos viven de eso. Hay algunos isleños que todavía la explotan de forma artesanal.

Ø Sus minas se encuentran en las montañas y a través de sus ríos la van arrastrando al mar. Por este motivo, hay quienes dicen que la montaña la crea, la expulsa al mar y éste la devuelve a la orilla para que alguna sirena la recoja.

Ø Todavía es una gema relativamente fácil de encontrar y no es muy costosa, pero al parecer, la reserva de ella puede durar entre 10 y 15 años… ¡qué lástima!, más teniendo en cuenta que a medida que se va conociendo en el exterior, mayor es su demanda y por lo tanto, más rápido será su extinción.

Ø En temas más profundos, se le considera el perfecto enlace entre la mente y el corazón.

Ø Se le considera excelente para encontrar el amor del alma, el compañero cuyo amor hacia uno, brote del alma.

Ø En el Feng Shui representa la energía de la montaña y un armonizador perfecto y equilibrante del Chi.

Ø Su uso es básicamente ornamental y suele montarse en plata.

Ya para terminar les diré que en ese viaje compré tres piedras Larimar: una para mi madre, otra para mi hija y otra para mí. La mía me la robaron junto con la Alejandrita y demás prendas; la de mi hija es de ella… y la de mi querida madre la conservo como otro de sus recuerdos.

Anuchy Ulloa

EL LAPISLAZULI


Químicamente se le denomina: silicato alumínico sódico con azufre, pero para entender la composición de esta piedra en “un idioma” un poco más sencilllo, diré que es una roca compuesta por muchos minerales, por ejemplo: la lazurita que unida al silicato cálcico le da su azul característico; la wollastonita y la calcita que le dan ese tono blanquecino o gris en forma de rayas o vetas; y la pirita que asemeja diminutos puntos de luz. Además tiene inclusiones de otros minerales.

El lapislázuli es una piedra opaca, con un color azul parecido al índigo y como dije antes, suele tener vetas más claras con destellos metálicos.

El más costoso es el llamado Royal Blue que traducido es Azul Real. Tiene una dureza de 5.5 en la escala de Mohs. Es frágil y se raya con facilidad.

Sus principales yacimientos se encuentran en: EEUU, Chile, Rusia, Afganistán, Pakistán, Birmania, y Angola.


TIPS, HISTORIAS, MITOS Y LEYENDAS

Ø Desde tiempos inmemoriales, el lapislázuli se usaba en incrustaciones para objetos ornamentales. Con él también se hacían preciosos mosaicos.

Ø Dado su azul intenso y destellos dorados o plateados, los egipcios la consideraban una piedra sagrada y decían que era la representación del cielo en la noche, con sus estrellas incluidas. ¡Qué linda comparación!.

Ø Los asirios y los babilonios lo usaban para hacer máscaras funerarias. También se encontraron en El Valle del Indus unas tumbas de hace 9.000 años, con múltiples adornos en lapislázuli.

Ø Cuando en Europa se llegó a conocer el lapislázuli, se le denominó “ultramarino”, dándole el significado de “más allá del mar”.

Ø Tanto las mujeres griegas como las persas pulverizaban esta piedra, al igual que lo hacían con la malaquita, y las usaban como cosméticos, para pintar y embellecer sus ojos. Evidentemente, eran otras épocas.

Ø Leonardo Da Vinci y otros artistas contemporáneos a él, denominaban al lapislázuli como “el oro azul”, ya que del polvo de la piedra, mezclado con aceite, se extraía un magnífico y duradero pigmento para sus lienzos, que para ellos era de inmenso valor.

Ø En Egipto se usaba como medicina para ciertos quebrantos.

Ø El tono de su azul convirtió a nuestra gema de hoy en el símbolo de la pureza, nobleza e inclusive de la buena salud.

Ø Aunque es una piedra fácil de encontrar, no es precisamente barata. Hay comerciantes poco escrupulosos o quizás algo ignorantes en la materia, que venden la sodalita como lapislázuli. Resulta a buen precio pero llevan “un gato por liebre”. ¡Ojo!, no desestimo la sodalita que también es una piedra noble, pero más económica que el lapislázuli.

En nuestro camino por la vida, hay muchas piedras con las que tropezamos. Algunas las apartamos con un simple puntapié; otras nos hacen detener y observarlas con detalle y hasta nos podemos enamorar de ellas; otras las miramos como si nada, casi con indiferencia porque no nos llaman suficientemente la atención. Ahora que lo pienso, creo que esto último siempre me pasó con el lapislázuli y no sabría explicar el por qué. Creo que los humanos somos así. A veces no le damos importancia a algo porque simplemente a primera vista no nos cautiva. No he sido justa con esta gema. Prometo ir a una de las tantas tiendas que venden piedras y me compraré una pequeñita, preferiblemente rústica, sin tallar, sólo para observarla como ella lo merece. Les aseguro que en breve cambiaré de opinión.

Anuchy Ulloa